El histórico castillo de Javier, en Navarra
San Francisco Javier ha marcado la historia de este lugar, pues el pueblo creció gracias a la devoción por el santo.
En la Comunidad Foral de Navarra se encuentra Javier, cuyo nombre significa “casa nueva” en euskera. La localidad está en la comarca de Sangüesa, en un valle entre las sierras de Leyre y Peña. La gran afluencia de peregrinos en la zona con el paso de los años hizo plantearse la solución de sacar la población fuera de la explanada del castillo y reconstruirlo en otro lugar en el año 1965.
Además de su castillo, Javier tiene otros interesantes lugares de visita como el Molinaz, un antiguo molino del siglo XIII, o la iglesia de la Anunciación de Nuestra Señora, construida inicialmente por orden de los padres de San Francisco Javier en el siglo XV como una abadía, en la que fue bautizado el santo. Descubre una preciosa villa con unos bonitos paisajes y escenarios naturales, de unas calles llenas de flores que invitan a desconectar de la rutina y de un castillo lleno de historia.
Historia del castillo de San Javier
A partir de una torre defensiva y de vigilancia entre el reino de Navarra y el de Aragón, se empezaron a construir murallas y recintos. Estos espacios fueron habitados por trabajadores y sus familias, que demolieron toda la parte defensiva, convirtiéndolo en una especie de refugio. A finales del siglo XIX, la Duquesa de Villahermosa y Condesa de Javier lo restauró con el objetivo de devolverle todo su esplendor.
Se recuperó la torre del Homenaje, restauró su interior habilitando una zona para los Jesuitas y construyó varias casas que rodeaban la entrada del castillo, de las que una se usó para su familia. Años más tarde, en 1995, con motivo del quinto centenario del nacimiento de San Francisco Javier, el castillo volvió a ser restaurado con criterios más modernos, aunando su realidad histórica, el turismo y la peregrinación que recibe a diario, ambos de fama universal.
Precisamente debido a estas visitas, cuenta con un museo dedicado a San Francisco Javier. En las antiguas caballerizas se encuentra esta parte expositiva, que alberga obras de arte, utensilios antiguos y documentación variada como planos o esquemas, así como cálices de gran valor y una curiosa maqueta a escala del castillo. Otra interesante zona a la que puede acceder el visitante es la habitación que habitó San Francisco Javier desde su juventud hasta el 1525, cuando se marchó a estudiar a la universidad de París. Se trata del recinto más antiguo del castillo y se accede bajando por la conocida como escalera del cojo.
Estancias religiosas del castillo
Uno de los mayores tesoros del castillo es la capilla del Cristo, que se encuentra en la torre del Cristo, un pequeño espacio que utilizaba antiguamente la familia como lugar de culto y oración. Presidiendo la estancia hay un Cristo tallado en madera de nogal, y cuyo rostro se muestra sonriente. Es probablemente del siglo XV, y cuenta la tradición que el día que murió San Francisco Javier, el Cristo sudó sangre. Las paredes de la capilla están decoradas por unos impresionantes frescos del siglo XV que representan la Danza de la Muerte, únicos en España.
Otra construcción religiosa destacada del castillo es su basílica. En un primer momento, era una iglesia pequeña que se construyó en memoria de que en este lugar había nacido el santo. Más tarde, la duquesa de Villahermosa encargó alzar una basílica, que se levantó entre 1896 y 1901, con el objetivo de darle mucho más esplendor a la zona.
Cuenta con una portada de estilo neorrománico en el que están escritos los lugares que recorrió San Francisco Javier, así como algunas escenas de su vida. En el altar mayor destaca la imagen del santo, rodeada por doce santos jesuitas como San Francisco de Borja o Estanislao de Kostka. Además, se pueden ver varias pinturas italianas obra de Caparoni. Bajo la iglesia, se encuentra la cripta contiene los monumentos sepulcrales de los Duques de Villahermosa y de la familia Goyeneche, arquitecto de la basílica.