¿Sabes que hay una calzada romana que comunica las provincias de Madrid y Segovia?
Se conoce como la calzada romana de la Fuenfría, y aunque su histórico trazado se ha puesto en duda, este recorrido entre Madrid y Segovia todavía disfruta de tramos en muy buen estado de conservación.
La construcción de la calzada romana del Fuenfría, entre Madrid y Segovia, data del siglo I d. C., durante el mandato del emperador Vespasiano. A lo largo de los siglos ha experimentado diversas reformas, aunque los investigadores han logrado identificar segmentos de su trazado original.
Y es que, entre la Península Ibérica y la ciudad de Roma, los romanos trazaron una intrincada red de calzadas para facilitar la comunicación y el transporte de tropas y mercancías en todo el Imperio Romano. Estas obras de ingeniería y arquitectura han perdurado desde la Antigüedad, y aún sirven como vías de comunicación.
La calzada romana de la Fuenfría
Entre estas calzadas romanas, la de la Fuenfría destaca por su entorno natural y por su importancia histórica. Situada en un paraje de singular belleza, esta calzada está catalogada como Bien de Interés Cultural desde 1981. Su nombre proviene del Puerto de la Fuenfría, el paso más bajo y seguro para cruzar la Sierra de Guadarrama. En su origen, unía Segovia con Miacum, la actual localidad madrileña de Collado Mediano.
Es muy probable que los romanos eligieran este lugar estratégico para su construcción, aprovechando un camino preexistente utilizado por los lugareños antes de su llegada. El redescubrimiento de esta calzada se produjo en 1980, durante un proyecto de restauración de puentes romanos a lo largo de su recorrido.
Desde entonces, numerosos estudios han intentado precisar su datación y evolución a lo largo de los siglos.
Las señales de la calzada romana de la Fuenfría
El "Itinerario Antonino", un documento del siglo III que recopila las rutas del Imperio romano, ya menciona la calzada de Fuenfría como parte de la Vía XXIV, que conectaba Mérida y Zaragoza. En el año 1910 se encontró un miliario (las señales que se colocaban en las calzadas romanas) en la zona, confirmando la presencia de una calzada del Imperio Romano en el área.
Estos miliarios, columnas erigidas junto a las calzadas para señalar distancias a ciudades y puntos de descanso, son como "señales de tráfico" del Imperio Romano. El arqueólogo Antonio Blázquez estudió este hallazgo para poder datar la calzada y reconstruir su trazado.
Sin embargo, persiste la incertidumbre sobre la autenticidad del pavimento actual de la calzada. A pesar de esto, su importancia histórica y su papel como testimonio del pasado son innegables.