Catí, un pueblo con encanto en el Maestrazgo
Caminar por las calles de Catí es adentrarse en una época pasada. Su historia, patrimonio y gastronomía son la mejor carta de presentación. Cómo disfrutarlo, ya depende de cada uno. ¿Te animas?
En el interior de la provincia de Castellón, concretamente en la comarca del Alto Maestrazgo, encontramos la localidad de Catí. Situada a unos 660 metros sobre el nivel del mar y en un amplio valle, una visita por esta hermosa villa nos transportará a la Edad Media al descubrir verdaderas maravillas arquitectónicas de la época, además de invitarnos a participar de su particular gastronomía.
Un paseo por sus calles estrechas irá mostrando una típica arquitectura medieval, escudos blasonados, ventanales enrejados, emblemas que adornan tanto sus edificios religiosos como casas señoriales dan muestra del gótico civil desarrollado en la zona del Maestrazgo.
Catí, un pueblo medieval
La historia de Catí comienza en el siglo XIII, ya que el lugar fue dado a poblar por Blasco de Alagón y cuarenta hombres más, según hecho confirmado por el rey Jaime I en 1243. Su recorrido histórico estuvo ligado durante muchos años a la ciudad de Morella. De esta forma, hombres de Catí tomaron parte en la conquista de Mazalquivir y Orán, ambas ciudades y puertos situados en el noroeste de Argelia. A pesar de ello, la villa de Catí comenzó en 1292 un pleito contra Morella que concluyó en 1691, año en que le fue concedida la independencia.
Su casco urbano ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico y no defraudará al viajero. Un paseo por sus calles mostrará su bello encanto medieval, edificios con ventanales góticos, casas señoriales o puertas de arcos de piedra. En los siglos XIII y XIV sus calles ya contaban con un horno, un cementerio, una iglesia, una Casa del Delme y la Casa de la Vila, la Casa de los Miralles, la Casa de los Monserrats y la Casa de la Plaza, entre muchos otros. En la puerta de su iglesia gótica, por ejemplo, cuyas obras se iniciaron en el siglo XIV, hay un reloj de sol datado de 1683 que, además de la hora, presenta los equinoccios de otoño y primavera, y la constelación del signo del zodiaco en la que nos situamos. Además, la iglesia posee uno de los más valorados retablos pintados en el siglo XV por Jacomart, pintor del rey Alfonso V.
Otro lugar imprescindible es la Lonja o Casa de la Vila, emblema de la población que conserva su estructura y materiales originales, y que es considerada una joya del gótico civil levantino en la que podemos observar sus techos cubiertos de un valioso artesonado, sus ventanas góticas o los siete arcos interiores que configuran un gran espacio cubierto y su suelo empedrado en la planta noble. Su construcción data del siglo XIV, cuando se decidió levantar un edificio que pudiera albergar las reuniones del Consejo. Por su parte, la Casa del Delme, conocida también como “La Torre” fue construida en la primera mitad del siglo XIV. Se trata de un gran edificio, también de estilo gótico, con ventanas de arcos apuntados lobulados y, según parece, era aquí donde se recogía el diezmo y se reunía el Consejo antes de disponer de edificio propio.
Entorno y gastronomía de Catí
Además de visitar numerosas ermitas de gran interés arquitectónico, no lejos del casco urbano, a 5 km de la población encontramos lo que se ha llamado la Capilla Sixtina del Maestrazgo. Se trata del Santuario de la Mare de Dèu de L’Avellà, construida en el siglo XVI y cuya belleza interior resulta impactante. Su descripción e historia merecen un tratamiento aparte ya que junto con su entorno resulta un excelente destino turístico. Aprovechando el entorno natural de Catí, se puede disfrutar de hermosos parajes naturales con numerosas fuentes de agua cristalina no lejos de la población.
Pero no se debe abandonar el lugar sin disfrutar de la deliciosa gastronomía de Catí. Zona de tradición en la elaboración de quesos, es prácticamente obligatorio saborear sus apetitosos y reconocidos quesos de cabra, oveja o vaca, así como las cuajadas y requesones con un toque de arrope. También es digna de degustar su cocina tradicional: jamón y cecina, ternasco y cabritos preparados al horno de forma excelente, así como el típico “tombet”, plato de conejo con caracoles, tortas de tomate, buñuelos, pasteles de confitura, sus estupendos embutidos y, su tradicional y artesanal turrón.
Si una visita por el Maestrazgo castellonense depara habitualmente muchas sorpresas, la visita a Catí, población sumergida en un sereno entorno rural, lejos del ruido de las grandes poblaciones y parajes llenos de leyendas, mitos, lugares sagrados e historia, se hace imprescindible. Si el viajero puede acudir en el mes de mayo, disfrutará además de la romería a la Ermita de San Pedro de Castellfort que se realiza el primer sábado del mes, siendo un recorrido muy arraigado que se documenta desde 1321.