Valpuesta, el lugar donde nació el castellano escrito

Recorriendo el norte de la provincia de Burgos encontramos preciosos parajes naturales y lugares por los que caminar recreando nuestros sentidos, pero sobre todo daremos con grandes pasajes de nuestra historia. Valpuesta es un claro ejemplo, y se trata de un pequeño municipio enclavado en el Valle de Valdegovía, en la comarca de Las Merindades, próximo a Miranda de Ebro y dentro del Parque Natural de Montes Obarenes-San Zadornil.

Pese a que el Instituto Nacional de Estadística, según datos de 2020, informa que su número de habitantes se reduce a 14 valpostanos, la importancia de este municipio radica, no sólo en su entorno de grandes valles y frondosos bosques, también en recientes investigaciones sobre documentos encontrados en su Colegiata de Santa María. La Real Academia de la Lengua Española, en 2010, avaló que documentos allí encontrados son los más antiguos en los que aparecen las primeras palabras escritas en castellano. Unos cien años más antiguos que las conocidas como Glosas Emilianenses del Monasterio de San Millán de la Cogolla, y casi ciento setenta y cinco años anteriores a las Glosas Silenses burgalesas.

Los orígenes del castellano escrito en Valpuesta

La historia parece que se inicia sobre el año 804 cuando llegó al valle un obispo llamado Juan, que fijó allí el obispado de Valpuesta, considerado el segundo de la Reconquista. En aquel momento casi toda la península se encontraba bajo dominio musulmán, y desde este obispado se organizó la fe cristiana en un amplio territorio que, en ese momento, se extendía por Asturias, norte de Burgos y llegaba hasta el Cantábrico.

El monasterio y sus monjes prosperaron a la vez que la Reconquista hasta que, en el siglo XI, fueron surgiendo otros centros de poder. Sin embargo, tanto el monasterio como sus habitantes pudieron levantar la actual colegiata gótica, alrededor del siglo XIV. A pesar de duros momentos como la Guerra de la Independencia o la Desamortización de Mendizábal, se recuperaron un conjunto de documentos donde los monjes de los siglos IX y X anotaron donaciones, herencias y compraventas relacionadas con el monasterio.

Actualmente estos documentos, conocidos como los Cartularios de Valpuesta, presentan los primeros rasgos de la lengua castellana, según los estudiosos en el tema. Los amanuenses, que escribían en latín, no podían reflejar las palabras con que los campesinos se referían a las cosas. Así que comenzaron a utilizar de forma escrita esas palabras que utilizaba la gente que ya no hablaba latín, lo que se conoce como “los balbuceos del castellano”. Sea como sea, tanto las Glosas Emilianenses como las Silenses o estos Cartularios de Valpuerta, son documentos fundamentales y relacionados para explicar cómo se fue gestando el castellano en sus primeros tiempos.

Qué ver en Valpuesta

De la misma manera que a sus manuscritos, hay que hacer referencia al rico patrimonio arquitectónico, artístico y natural que posee Valpuesta. La mencionada Colegiata de Santa María es su tesoro más preciado. Son los propios valpostanos los que están realizando un gran trabajo para darlo a conocer. Se calcula que unas 10.000 personas visitan cada año esta colegiata. Dentro se puede observar el retablo mayor de gran calidad del siglo XVI en el que destacan un conjunto de tallas con los doce apóstoles, el claustro y unas bellas vidrieras recientemente restauradas. Fue declarada Bien de Interés Cultural el 26 de marzo de 1992.

Por otro lado, destaca la Torre de Los Condestables, que data del siglo XV. Se trata de un castillo con torre del homenaje de planta cuadrada y cinco alturas. Tiene aspilleras y ventanas apuntadas, sobre sus almenas hay un tejado a cuatro aguas. Tanto la muralla como la torre están realizadas en sillar. Aunque es de propiedad particular, el acceso a la torre es posible con el permiso del propietario. La torre de Valpuesta se encuentra en buen estado puesto que se restauró hace unos años.

Merece una visita también el Palacio de los Zaldívar, accediendo desde la misma plaza de Valpuesta. Los escudos que se observan en la fachada acompañan a la inscripción de su año de construcción: 1590. En dicho palacio habitó uno de tantos inquisidores de la época. De hecho, en uno de los escudos se puede leer una inscripción con una frase típicamente barroca: “Vive bien, que has de morir”. Parece que el inquisidor quería poner sobre aviso a todo aquel que leyera: vive respetando mis normas o morirás. Durante la segunda década de este siglo se ha restaurado una de las casonas del siglo XIV, justo frente a la colegiata, respetando su fachada y estructura originales, para convertirlo en bar y restaurante, el único establecimiento hostelero de la localidad.