Castilla y León: monasterios que han caído en el olvido
Descubre un viaje lleno de historia y cultural en una ruta por toda Castilla y León, la de los templos religiosos de los que apenas se conservan algunas ruinas.
Por toda España hay numerosos monasterios y conventos abandonados que no han resistido el paso del tiempo y hoy en día solo conservan algunas piedras centenarias apiladas. En Castilla y León, en concreto, se pueden contemplar abadías con siglos de historia y leyendas.
Con esta pequeña selección, conocerás algunos de los monasterios que fueron más notables en su día, como el del San Jerónimo de Guisando, en Ávila; el histórico de San Pedro de Arlanza, en Burgos; o el románico San Juan de Duero, en Soria. Todos ellos forman parte de un patrimonio cultural, en ocasiones olvidado, que no debemos dejar de valorar.
Monasterios olvidados en Burgos
La provincia de Burgos siempre ha sido un paso obligado del Camino de Santiago, motivo, en parte, por el que se construían numerosos conventos, hospederías, monasterios y hospitales a su paso. Ahora, muchos de ellos han quedado en ruinas, como el convento de San Antón, en Castrojeriz. Fue construido en el siglo XIV con el fin de atender a los peregrinos enfermos. Del techo ya hace mucho que no queda nada, pero todavía conserva el arco del antiguo atrio, un rosetón de grandes dimensiones e incluso unas alacenas que los monjes utilizaban para dejar pan y vino para los caminantes.
Otro lugar destacado en Burgos son las bellas ruinas del que fuera un próspero y monumental monasterio, el de Santa María de Rioseco, en Villarcayo. En su momento de esplendor contó con hospedería y hospital, granjas, molinos e incluso ventas. Tuvo más de cien monjes de la orden del Císter que trabajaron una explotación agrícola ejemplar, introduciendo nuevos cultivos en el valle. Sin embargo, en el siglo XIX, después de la guerra de la independencia y las desamortizaciones, cayó en el olvido, como tantas otras construcciones religiosas.
Existe otro monasterio benedictino en Burgos, concretamente en Hortigüela, del que muchos hablan como “la cuna de Castilla”. Es San Pedro de Arlanza y su historia se remonta hasta los tiempos del conde Fernán González, al que se le atribuyen los orígenes del reino de Castilla. Actualmente, está prácticamente derrumbado y tan solo quedan algunos muros en pie, pero llegó a ser uno de los centros monásticos más importantes de Castilla en sus años de esplendor. Todavía se reconocen restos de la iglesia, datados en 1080; vestigios del claustro y de la sala capitular; y una torre del siglo XII.
Abadías en Soria, Ávila y Segovia
A las afueras de la ciudad de Soria se conserva una auténtica joya del románico español, San Juan de Duero. Fue construido por los caballeros hospitalarios de San Juan de Jerusalén con una mezcla de estilos de influencias árabes y bizantinas tan impresionantes que ha inspirado las mentes de brillantes escritores como Bécquer, en su relato ‘La leyenda del monte de las Ánimas’, o Gerardo Diego. Pese a la falta de techumbre, es sorprendente lo bien que todavía se conserva esta construcción, con una preciosa arquería, una iglesia más bien sencilla y unos curiosos templetes pegados a los muros de la cabecera.
En El Tiemblo, Ávila, se pueden contemplar cuatro grandes toros de granito en el cerro de Guisando. Se trata de un lugar histórico por diversos motivos: los toros son de origen vetón y están datados entre los siglos IV y III a. C. y fue aquí donde el rey Enrique IV y su hermana Isabel (quien sería la futura reina Isabel I de Castilla) firmaron en 1468 el tratado que la reconocía a ella como heredera al trono de Castilla. Además, los Jerónimos construyeron precisamente aquí un monasterio con el fin de evitar los asaltos a los viajeros que viajaban entre Ávila y Madrid. San Jerónimo de Guisando fue declarado Bien de Interés Cultural y actualmente se puede visitar lo que queda de él con reserva previa.
Si nos trasladamos hasta Segovia, por la carretera entre Torrecaballeros y Pedraza, todavía se observan los restos del monasterio de Santa María de la Sierra, perteneciente a Collado Hermoso. Aunque todo apunta a que tiene su origen en el siglo XII, los documentos apuntan a que el monumento final fue construido por la orden del Císter entre los años 1220 y 1227. Se han conseguido restaurar algunas zonas que actualmente permiten contemplar las naves, los tramos y los arranques de las bóvedas que las cubrían.