El barco de Ávila.
También fue llamado en el pasado El Barco del Tormes, río junto al que se asienta y que fluye pasando por Salamanca hasta unirse al río Duero, en la frontera con Portugal. Con este curso fluvial y la Sierra de Gredos al sur, este pequeño pueblo castellano guarda algunas joyas que disfrutar y por las que merece la pena acercarse a sus apacibles paisajes
Introducción
Los orígenes de esta localidad nos remontan al tiempo de los vetones, pueblo céltico que dominó esta región castellano-leonesa. Y al que se le atribuye un antiguo castro en una loma junto al río, pero del que no quedan restos.
La presencia romana sí es más evidente, pero sobretodo lo es el desarrollo de la población durante el dominio mahometano y las posteriores fases de repoblación que se dieron en los transcursos de la reconquista.
Es en la edad media cuando cobra mayor valor, siendo señorío de la Casa de los Álvarez de Toledo, los Duques de Alba.
En la actualidad su población ronda los 2.500 habitantes, y como los muchos pueblos circundantes, aprovechan el cauce y valle del Tormes para el desarrollo de la agricultura.
Toda la región en sí nos muestra esas plácidas villas de vidas tranquilas, que mantienen sus trazados medievales y guardan la bucólica sencillez de sus días.
Aproximándonos
El Barco de Ávila se encuentra en el sureste de la provincia. Podríamos decir que entre Salamanca y Plasencia. Localidad esta última que se encuentra más cercana que la propia Ávila.
Desde Plasencia podremos alcanzar El Barco de Ávila en poco más de una hora por carretera nacional, que sigue paralela la Sierra de Gredos. La misma carretera, pero desde la dirección contraria, nos lleva en un tiempo similar desde Ávila.
Si partimos desde Salamanca, en el norte, la ruta nos obliga a abandonar la carretera nacional por las autonómicas, cruzando los pequeños pueblos de las tierras llanas o de la ribera del Tormes. Un camino un poco más largo.
Sea cual sea disfrutaremos de los intensos paisajes castellanos, caracterizados por sus agrestes montes y sus anchas tierras.
Atractivos
Varios edificios históricos llaman nuestra atención en esta pequeña villa.
Sin duda el primero es el Castillo de Valdecorneja, que sigue dominando imponente la región.Fue construido en el siglo XII, durante las grandes expansiones de los reinos cristianos en la Reconquista, sobre la cota en la que los vetones erigieron su castro y que los romanos demolieron. Situado muy próximo a la frontera del reino leonés con Al-Andalus, es una fortaleza que conoció la guerra en incontables ocasiones.Tal es así que será reconstruido en el siglo XIV y tendrá que asumir muchas reformas a lo largo de su historia. Entre las que se incluyeron convertirse en cementerio durante el siglo XIX.
En la actualidad es propiedad de la Casa de Alba y su patio ha sido recuperado para el disfrute del visitante.
Además de este magnífico castillo, y a poca distancia de él, tenemos otra construcción de gran importancia y que data de mismas fechas; el puente medieval o Puente Viejo.Permitiendo cruzar el río Tormes con sus 125 metros de largo, fue en origen una construcción romana que será reformada en el siglo XII. Poseía una torre en el centro de la estructura para cobrar el pontazgo, el impuesto por cruzarlo, pero durante la Guerra de la Independencia las tropas napoleónicas la destruyeron. Cuando el puente fue restaurado no se le elevó una nueva torre.Los restos de esta antigua torre aún pueden ser vistos bajo las aguas.
También próximo al puente existe otro emblemático edificio de esta localidad, la Iglesia Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora. Cuyas obras comenzaron en el siglo XIV pero no vieron su final hasta el siglo XVI. El hermoso retablo mayor de estilo barroco en su interior es del siglo XVII.
Más antigua es la Ermita del Santísimo Cristo del Caño, que es del siglo XIII.
La Casa del Reloj, la Calle Gallareta y su estrecho recorrido o la Casa de los Balcones, obra del siglo XIV; son otras edificaciones de gran interés. Sin olvidar los restos de su antigua muralla.
Además del propio pueblo, la región nos presenta un entorno que se disfruta al recorrer. Tanto por el río Tormes y toda su ribera, como por la cercana Sierra de Gredos y sus impresionantes paisajes.
Hay que tener en cuenta que esta región se encuentra a una considerable altura del nivel del mar, lo cual trae inviernos bastante fríos. Esto tiene su lado positivo al pintar la nieve sus mágicas escenas, reconvirtiendo por completo el paisaje.Pero si prefieres explorar estas tierras en los meses cálidos, algunas fechas son destacables por ser las celebraciones locales.
Del 21 al 25 de julio tenemos las Fiestas en Honor a Santiago Apóstol o Fiestas de los Quintos. Entre el 9 y el 12 de agosto las Fiestas de San Pedro del Barco. Y acabado el verano, durante el primer fin de semana de septiembre, las Fiestas del Santísimo Cristo del Caño.
Estos festejos muestran siempre una visión muy propia de cada localidad y son el centro de su propio desarrollo social. De ahí que aunque sean una excusa para una buena comida y tomarse unos vinos, también lo son para participar con sus gentes de las tradiciones que han guardado durante tanto tiempo, forjando su identidad.
Conclusión
El Barco de Ávila no es una localidad turística, como tantas otras rurales o urbanas, de costa o interior. Es un pueblo humilde y trabajador, que pasa sus días en su tranquila región ante las nobles montañas.
Es esto un punto a su favor, ya que no se ha diseñado como un escaparate para atraer a los foráneos, sino que se ha desarrollado con su paso lento lejos de las grandes urbes y las aglomeraciones.
Allí te encuentras con una vida sincera, arraigada a su tierra, que no pretende más de lo que realmente es.
Toda la región guarda esta personalidad y es un gusto recorrerla, conociendo rincones de España alejados de las promociones y los destinos más típicos.
