Las calles más bonitas del norte de España
El norte de España alberga lugares maravillosos por descubrir, entre ellos, algunas calles llenas de encanto. Descubre tres de las más destacadas, cada una por un motivo diferente, ¿quieres conocerlas?
España está llena de avenidas y calles modernas, históricas, pequeños pasajes o galerías comerciales. Cada una de ellas alberga un significado e importancia especial pero, ¿y el norte? Eso es otro nivel. Tantas ciudades bellas, tanta historia, en ocasiones muy lejana ya. Encontrar las calles más bonitas es todo un reto y seguro que esta lista puede ampliarse de sobra.
Desde la empedrada y peatonal rúa do Franco en Santiago de Compostela al conjunto de estilo montañés de la calle Camino Real en Cartes, pasando por la calle 31 de agosto de San Sebastián, cargada de historia. Déjate llevar por estos rincones y apúntalos en tu libreta de viajes.
Rúa do Franco, en Santiago de Compostela
Esta calle todavía conserva la esencia de los taberneros medievales que se asentaron allí para atender a los peregrinos. Es uno de los puntos más destacados del casco viejo de Santiago de Compostela, también conocido como el París-Dakar de los bares pues conecta un establecimiento que lleva por nombre la capital francesa con otro llamado Dakar. Así pues, lo que recomiendan es ir probando los aperitivos y bebidas que ofrecen los locales intermedios para llegar de uno a otro, ¡el resultado es una experiencia única!
Como legado de su historia, todavía conserva grabados en piedra, como el símbolo de la concha, que identificaba a las casas como propiedad del Cabildo compostelano. Otros de los distintivos que todavía pueden verse son las cinco estrellas del escudo de la universidad de la ciudad o el árbol, que identifica a San Martiño Pinario.
A la rúa do Franco se accede desde la plaza del Obradoiro, en la que se encuentra el Colegio Fonseca, fundado en la primera mitad del siglo XVI por el arzobispo Alonso Fonseca III y considerado el primer edificio de la Universidad de Santiago de Compostela. En esta calle también se encuentran la Capilla y la Fuente del Apóstol, de la que, según cuenta la leyenda, salieron aguas milagrosas al pasar por delante los restos del Apóstol cuando los iban a enterrar.
Calle 31 de agosto, en San Sebastián
Muchos la conocen como la última calle de la vieja Donostia, pues fue la única vía que se salvó de las llamas del incendio que asoló la ciudad en 1813 durante la Guerra de la Independencia española, cuando avanzaba el 31 de agosto. Gracias a eso, conserva en su práctica totalidad el diseño y la arquitectura original.
Tras ese incendio, los donostiarras decidieron reconstruir la ciudad en el mismo lugar en el que se encontraba y, desde entonces, celebran cada 31 de agosto la efeméride de este acontecimiento con desfiles, coros u ofrendas a las víctimas. Ese mismo día, por la noche, se apagan las luces, se encienden las velas y se recuerda el incendio.
Además acumula el mayor número de bares de pintxos de la ciudad, lo que suma puntos para que ‘The New York Times’ la seleccionara como una de las mejores calles de Europa. Puedes utilizar esta coartada para descubrir todo lo que estos muros de piedra han guardado durante muchos años, sustentando la historia de San Sebastián. ¡No te dejará indiferente!
Calle Camino Real, en Cartes
Es inevitable pensar en Cantabria cuando se habla del norte de España. Un lugar ideal para perderse y dejarse envolver por sus paisajes y pueblos llenos de esa belleza tan típica de allí. En uno de esos pueblecitos, concretamente en Cartes, se encuentra la calle Camino Real, declarada como Bien de Interés Cultural.
Esta vía atraviesa la histórica villa y está bordeada de casonas, palacios y arquerías con plantas. Se trata de un conjunto arquitectónico muy típico del estilo montañés que fue reformado por Hilario Alonso de Jorganes en 1789.
La villa de Cartes se construyó junto al camino que daba acceso a Castilla, de ahí la disposición de las casas colocadas a ambos lados de la antigua carretera. Como curiosidad, cabe añadir que este poblado fue el escenario de la novela ‘Marianela’, que publicó Pérez Galdós en 1878.